El cónclave no ha comenzado, pero ya hay quienes están sacando la libreta para hacer cálculos. En tiempos de incertidumbre sobre la salud del Papa Francisco, surgen herramientas que buscan ofrecer una radiografía precisa del Colegio Cardenalicio, como si de un tablero de ajedrez se tratara. Una de ellas es "The College of Cardinals Report", una web que se ha convertido en una especie de "Gran Hermano" de los príncipes de la Iglesia, con fichas detalladas y secciones que parecen diseñadas para que los estrategas eclesiásticos afilen sus apuestas.
¿Qué encontramos allí? En primer lugar, un catálogo exhaustivo de los cardenales, con perfiles individuales que incluyen edad, nacionalidad, historial e incluso ciertas inclinaciones doctrinales o pastorales. Pero lo realmente interesante es la sección "Where They Stand", que, aunque pretende ser una guía de información, en la práctica termina funcionando como una clasificación ideológica de los purpurados. ¿Moderno o tradicional? ¿Francisquista o "Benedictino"? ¿A favor o en contra de ciertos cambios que se han promovido en los últimos años?
El sitio también destaca a los famosos "papabili", esa lista de nombres que comienza a resonar cada vez que se vislumbra un cónclave en el horizonte. Por supuesto, este tipo de selecciones nunca es inocente: elegir a quién destacar y a quién ignorar ya es, en sí mismo, un acto de orientación política dentro de la Iglesia. No olvidemos que, aunque se nos dice que el Espíritu Santo guía el cónclave, la historia nos ha mostrado que hay quienes intentan dirigir la brisa divina en función de intereses muy humanos.
Si bien esta web puede ser una herramienta útil para entender la composición del Colegio Cardenalicio, también refleja una tendencia cada vez más preocupante: la politización extrema de la elección papal. En tiempos pasados, la especulación existía, sí, pero no con el nivel de transparencia e injerencia que permiten hoy las plataformas digitales. Cada cardenal es escudriñado, etiquetado y analizado como si estuviéramos en plena campaña electoral.
El peligro de todo esto es que terminemos viendo el próximo cónclave como una elección presidencial más, donde las maniobras de poder, las campañas encubiertas y las presiones mediáticas pesen más que la búsqueda auténtica de un Papa según el corazón de Dios. Porque si algo queda claro al explorar sitios como este, es que la Iglesia no está exenta del juego de influencias que ha convertido la política secular en un espectáculo de poder más que de servicio.
Así que, mientras algunos se frotan las manos y comienzan a hacer sus cálculos, recordemos que la Iglesia no es una empresa, ni un partido político, ni un campo de batalla ideológico. Y que, al final, por más que se tracen estrategias, el único que realmente decide es Dios. O al menos, así debería ser.
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