En la mañana del Martes Santo, la Catedral de Oviedo fue el escenario de la Misa Crismal, una ceremonia litúrgica de gran relevancia en el calendario eclesiástico.
El evento contó con la presencia de numerosos sacerdotes diocesanos y fue presidido por el Arzobispo, Mons. Jesús Sanz. Durante la misa, los sacerdotes renovaron sus promesas sacerdotales, reafirmando su compromiso con la comunidad religiosa. Además, uno de los momentos clave fue la bendición de los santos óleos por parte del Arzobispo, esenciales para la administración de sacramentos como el bautismo y la unción de los enfermos. La homilía del Arzobispo subrayó la importancia de la gracia divina en la vida de los creyentes, destacando que todos necesitan del "óleo de la gracia". Esta celebración no solo representó un acto litúrgico, sino también un espacio de reflexión y renovación espiritual para la comunidad diocesana.
En la mañana del Martes Santo, la Catedral de Oviedo acogió la **celebración de la Misa Crismal**, un evento significativo en el calendario litúrgico. Numerosos sacerdotes diocesanos se congregaron para participar en esta eucaristía, que fue presidida por el Arzobispo, Mons. Jesús Sanz. Durante esta misa, los sacerdotes renovaron sus promesas sacerdotales, un acto que subraya su compromiso con la comunidad y su vocación religiosa.
Uno de los momentos centrales de la Misa Crismal fue la **bendición de los santos óleos** por parte del Arzobispo. Estos óleos son esenciales para la administración de varios sacramentos a lo largo del año, como el bautismo y la unción de los enfermos. La bendición de los óleos simboliza la gracia divina que se extiende a los fieles a través de los sacramentos, reforzando el vínculo espiritual entre la Iglesia y sus miembros.
El Arzobispo, Mons. Jesús Sanz, destacó en su homilía la importancia de la gracia divina en la vida de los creyentes, afirmando que “todos tenemos necesidad del óleo de la gracia”. Sus palabras resonaron entre los asistentes, recordando la relevancia de la fe y el compromiso espiritual en la vida cotidiana. La Misa Crismal, por tanto, no solo es una ceremonia litúrgica, sino también un momento de reflexión y renovación para los sacerdotes y la comunidad diocesana.
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