La catedral de Santa María la Real de la Almudena en Madrid acogió el Jubileo de los Enfermos, un evento que reunió a un gran número de personas mayores, enfermos, cuidadores, personal sanitario y capellanes de hospital.
La celebración tuvo lugar recientemente y fue presidida por el obispo auxiliar de Madrid, José Antonio Álvarez. Durante la eucaristía, se reflexionó sobre la fe y la esperanza en medio del sufrimiento, destacando la importancia de la presencia divina en momentos difíciles. El obispo Álvarez subrayó la fe como fuente de fuerza y consuelo, citando la bula papal "Spes non confundit" para enfatizar la esperanza en la gracia divina. Además, resaltó la dignidad de las personas enfermas y abogó por el desarrollo de cuidados paliativos. La figura de María, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Almudena, fue invocada como modelo de fe y esperanza.
La catedral de Santa María la Real de la Almudena ha acogido el Jubileo de los Enfermos, una celebración que ha reunido a numerosos mayores, personas enfermas, cuidadores, personal sanitario y capellanes de hospital. Presidida por el obispo auxiliar de Madrid, José Antonio Álvarez, la eucaristía ha sido un momento de reflexión sobre la fe y la esperanza en medio del sufrimiento, destacando la importancia de la presencia divina en momentos difíciles.
Durante la homilía, el obispo Álvarez ha enfatizado la importancia de la fe como fuerza y consuelo, recordando que "Dios no abandona y siempre nos acompaña". Ha citado la bula papal "Spes non confundit", subrayando que la esperanza en la gracia divina es un ancla firme en las tempestades de la vida. Asimismo, ha instado a los presentes a renovar su vocación de ser "peregrinos de esperanza".
El prelado ha resaltado el simbolismo de la peregrinación, tanto física como espiritual, como una metáfora de la vida humana. Ha afirmado que el sufrimiento puede transformarse en una lección de amor y entrega, y ha invitado a los fieles a reconocer su dignidad como hijos amados de Dios, celebrando así la gracia jubilar y una existencia renovada en Jesucristo.
En su mensaje, el obispo ha subrayado la dignidad inquebrantable de las personas enfermas, afirmando que "no hay enfermos incuidables, aunque sean incurables". Ha abogado por el desarrollo de los cuidados paliativos y una cultura del cuidado que valore la vida en todas sus etapas, asegurando que cada enfermo es valioso y merece vivir sus últimos momentos con dignidad y paz.
Finalmente, el obispo ha invocado la figura de María, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Almudena, como modelo de fe y esperanza. Ha recordado su presencia junto a su Hijo hasta el final y ha invitado a aprender de su ejemplo para creer, esperar y amar en los momentos de dificultad.
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