La catedral de la Almudena en Madrid fue el escenario de la celebración de la fiesta de la Presentación del Señor, una tradicional jornada dedicada a la Vida Consagrada en la Iglesia universal, el pasado domingo 2 de febrero. La ceremonia, presidida por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, contó con la presencia de decenas de congregaciones, órdenes e institutos religiosos que habían peregrinado desde el convento de la Encarnación. En el marco de este evento, se celebró el primer jubileo del año, dedicado a aquellos que
La catedral de la Almudena en Madrid se vistió de gala el pasado domingo, 2 de febrero, para celebrar la fiesta de la Presentación del Señor, una jornada tradicionalmente dedicada a la Vida Consagrada en la Iglesia universal. Decenas de congregaciones, órdenes e institutos religiosos se congregaron en la catedral tras una peregrinación desde el convento de la Encarnación. En este contexto, se celebró el primer jubileo del año, el de la Vida Consagrada, dedicado a aquellos que han decidido seguir a Jesucristo de manera radical, siendo obedientes, castos y pobres.
La Misa fue presidida por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, quien estuvo acompañado por vicarios episcopales, sacerdotes religiosos y el cardenal Aquilino Bocos. Durante su homilía, el arzobispo de Madrid agradeció la presencia de los consagrados en la diócesis, afirmando que "la vida diocesana no es posible, y sería impensable, sin vosotros". Además, valoró sus vidas como luz para el mundo, ya que "en cada paso que dais estáis imitando y señalando a Jesucristo, que es la Luz del mundo".
El cardenal Cobo también hizo hincapié en la necesidad de peregrinar en la esperanza y de hacerlo juntos, ya que así es como se hace misión. En un contexto de déficit de esperanza y falta de horizontes en Madrid, el arzobispo enfatizó que "anunciar la esperanza, sembrar la esperanza, resulta más necesario que nunca".
Según el arzobispo de Madrid, la esperanza trae dos frutos: la constancia y la paciencia. Aconsejó a los consagrados a no tener prisa para evitar caer en el mundanismo espiritual y cuidar las fuentes del entusiasmo y de la alegría. Hizo referencia a Simeón y Ana, personajes bíblicos que, a pesar de su vejez, fueron capaces de reconocer y señalar cómo Dios cumple su promesa.
El cardenal Cobo también destacó que la Iglesia, a través de los consagrados, está construyendo signos tangibles de esperanza. Reconoció el trabajo de los consagrados con los marginados, enfermos, ancianos y migrantes, así como su labor en la cultura y la educación. Finalmente, exhortó a los consagrados a seguir peregrinando junto a toda la Iglesia diocesana y a responder juntos a la llamada del Señor, evitando rivalidades y divisiones internas que debilitan el testimonio de la Iglesia. "Gracias por vuestras vidas entregadas", concluyó, "seguid sembrando esperanza siendo fieles a vuestro carisma".
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